Friday, February 26, 2010


Ni raíz, ni rama: en memoria de Orlando Zapata Tamayo, asesinado por el gobierno cubano

(Artículo publicado hoy en mi columna semanal del periódico Panorama News, en FortWorth, Texas)

Belkis Cuza Malé

Queridos lectores: éste es un artículo reciclado, que sólo intenta rendir homenaje hoy a un hombre: Orlando Zapata Tamayo, que en estos momentos está siendo enterrado en su natal pueblo de Banes, allá en la antigua provincia de Oriente, Cuba, de donde soy oriunda. Zapata murió tras recibir golpes y ser brutalmente torturado por el régimen comunista que impera en la isla. Era un albañil, un cubano de a pie, que trabajaba con sus manos, pero que pensaba con cabeza propia, y pronto se convirtió en disidente y rechazó las injusticias que se comenten a diario en ese país. Fue detenido en marzo de 2003, junto con otros disidentes, en lo que se conoce como La Primavera Negra.
Zapata estuvo 86 días en huelga de hambre desde diciembre de 2009, en una inmunda cárcel a donde había sido mantenido, por el único delito de expresar su opinión contra el régimen de Fidel Castro. Golpeado y torturado vílmente por sus carceleros, el joven Zapata decide hacer una huelga de hambre y entregar su vida al holocausto, antes de ser tratado como una bestia. Las autoridades cubanas no impidieron su muerte, sino que la propiciaron, y como dice su madre, Reina Luisa Tamayo, su hijo fue asesinado. Quiero, pues, rendir homenaje a su memoria, y pedirles a todos que eleven una oración al Señor como tributo a un hombre que entregó su vida en aras del derecho de todo un pueblo a ser libre y a expresarse.

Ni raíz ni rama: ¿el mundo ideal?

Soy una fanática de la ilustradora Mary Engelbreit, de sus tarjetas postales y de su revista Home Companion, dedicada no sólo al hogar, la decoración y la original obra de su fundadora y directora, sino a la "inspiración''. Cuenta la propia artista que su revista nació cuando una mujer le dijo: "Me gustaría vivir en sus tarjetas postales''. Y eso fue lo que hizo: creó una revista para meternos a todos de cabeza en sus ilustraciones. De modo que podamos beber de las fuentes de la niñez eterna, de la felicidad, de los sueños. Llenar la vida con colores, sabores, y la sensación de que vivimos en un mundo seguro, hermoso, lleno de seres humanos buenos y decentes; un mundo donde cada uno tuviese algún encanto particular, al margen de sus riquezas o sus capacidades, porque sólo cuenta la "inspiración''. En el mundo romántico de Mary Engelbreit todos vivimos arropados en noches de invierno, junto al fuego de las chimeneas, mientras que del horno se expanden los olores del pastel de manzana, cubriendo como un manto a la noche. O en verano, es la playa siempre de parasoles y castillos de arena al estilo de la arquitectura encantada de la propia Engelbreit. Tanto en sus tarjetas postales como en su revista, lo que prevalece es la idea de que la vida es siempre digna de ser vivida con amor, que la felicidad se encuentra con sólo destapar una caja de galleticas de crema, o en la seguridad que nos ofrecen los hogares estables, inspirados en épocas que parecerían el rompecabezas de la felicidad, o un sueño del que vamos a despertarnos en medio de las décadas de los treinta, los cuarenta, los cincuenta e incluso los sesenta.

Les hablo de todo esto, porque en el mundo de Mary no hay malvados ni demonios. Por supuesto, es un mundo idealizado, un mundo de tarjeta postal, un mundo artístico, hogareño y pulcro. Tampoco hay guerra, ni las personas que lo habitan han sido víctimas de atropellos, crímenes, o terrorismo. Y sin embargo, uno siente que el mundo de esa tarjeta postal, como le pidió aquella señora a Engelbreit, ha tenido hasta ahora visos de realidad.

El París de la Segunda Guerra Mundial, contemplado a través de las páginas de una edición conmemorativa de Vogue, y los escritos de muchos testigos, es el de una ciudad violada, una ciudad invadida por las alimañas fascistas. ¿Recuerdan sus uniformes? Hasta esa ropa perdió su gallardía en el caso de los nazis y de otros ejércitos deleznables, y sucede lo mismo cuando un soldado del demonio viste el uniforme. El crimen tiene pátina, va manchando la esencia de los cosas, va gravando con energía negativa, virulenta, punzante, cada ser que se envuelve en el ejercicio del mal. ¿Cuál es el rostro de Satanás? El de cualquier soldado que está a las órdenes del poder siniestro. Un rostro multiplicado, afacetado, lleno de odio.

Nosotros los cubanos vivimos desde hace 51 años sumergidos en la literatura territorial de un tirano. El es el autor de su propia ficción, él ha hecho realidad la fealdad de su reino, como un ilustrador canalla que estuviera empeñado en hacer sucumbir la belleza. No sólo ha empobrecido a sus habitantes, sino que ha traído la desgracia a cada hogar cubano. Y todas las plagas. No hay nadie feliz en los 111,111 kilómetros cuadrados de la isla. Nadie que pueda decir: ha valido la pena tanta mentira.

Sé que los tiempos que vivimos no son ya como las tarjetas postales de Mary Engelbreit, pero al menos abrigo la esperanza de que más temprano que tarde, el averno se trague a los monstruos. Y vuelva a salir el sol en esas casitas donde la vida huele a rosas, a pan recién horneado; donde hay pájaros revoloteando en los árboles, y niños correteando en sus patines, y mujeres y hombres embelleciendo la vida con su trabajo y su amor por la humanidad. ¿Estoy soñando? ¿Parece ahora un imposible?

No, si estamos seguros de la justicia de Dios, seguros de que "viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa'', y "no les dejará ni raíz ni rama''.

!En paz descanse el cubano Orlando Zapata Tamayo!




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5 comments:

Chez Isabella said...

Belkis, gracias por compartirlo. Leyéndote rememoré un obsesión recurrente que tenía cuando era una niña de menos de diez años. Solía soñar -tanto despierta como dormida- que mi vida era un sueño y que algún día iba a despertar en mi mundo verdadero, uno donde no existiera la vulgaridad y la fealdad que me rodeaban.

Por suerte, la vida me ha permitido vivir cosas tan hermosas que logré romper ese sortilegio. Pero ¿sabes qué?, las últimas veces que regresé a Cuba volví a pensar en aquel sueño diciéndome: ¡contra, creo que "los malos" del cuento se ensañaron con esta parcela del reino!

Hoy ni siquiera puedo alegrarme de haberme librado de la pesadilla. Por momentos tengo el sentimiento de quien sobrevive a un campo de concentración sabiendo que deja atrás a tanta gente linda y querida y tantas vidas...

Cuanta razón llevaba el poeta cuando escribió: "si Dios no existe todo está perdonado".

Un abrazo.

David Lago González said...

Un hermoso homenaje, Belkis.

Isis said...

Bellísimo, y único, este artículo tuyo, querida Belkis.
Un beso para tí,
Isis

Zoé Valdés said...

Un hermoso homenaje, gracias. -qué dolor, querida Belkis.

El Tinajón said...

Hermoso artículo. Sí, todos los cubanos soñamos con ese mundo, sino ideal, al menos mejor y libre.